El 10 de enero de 2019, Meghan Murphy habló en un panel en la Biblioteca Pública de Vancouver, sobre identidad de género y derechos de las mujeres.
18 de enero, 2019 por FEMINIST CURRENT.
Lo siguiente es una transcripción editada de un discurso ofrecido por Meghan Murphy el 10 de enero de 2019, en la Biblioteca Pública de Vancouver. El evento se llamó “Identidad de género y Derechos de las mujeres”, y se puede ver entero en YouTube.
Antes de nada, creo que es importante reconocer la valentía que habéis tenido al venir esta noche. Considerando a lo que se enfrentan aquellos que se atreven incluso a preguntar sobre—da igual anteponer las críticas—la ideología de identidad de género y la legislación y, considerando el nivel de acoso dirigido a este evento en particular. Creo que el hecho de que estéis todos aquí envía un mensaje potente, que es el de que la gente todavía cree en la libre expresión, la democracia, el pensamiento crítico y el debate.
A pesar del acoso de los transactivistas y, a pesar del hecho de que la Biblioteca Pública de Vancouver—una institución pública dirigida por el gobierno , sujeta a la Canadian Charter or Righst and Freedoms (Acta constitutiva de los Derechos y Libertades), incluyendo la obligación de proteger y mantener la sección 2 (b), libertad de expresión—ha trabajado duramente para cancelar este evento, hemos vendido todas las entradas. Y aquí estamos, a las 9.30 PM de un jueves por la noche. Gracias.
Quiero recordar a todo el mundo, también, que el propósito principal y el valor central de las bibliotecas públicas es el acceso. Así que, la misión universal de las bibliotecas es dotar de un acceso equitativo a la información, para facilitar y proteger el derecho de acceso libre al conocimiento. Aun así, nuestra biblioteca pública tomó decisiones intencionadas para intentar limitar el acceso a este evento; forzándonos a cambiar la hora a otra, ridícula, de una noche entre semana; o mediante la imposición de pagos de seguridad excesivos; o difamándome a mí, a mi página web, y a este evento.
En Noviembre, tras las llamadas de transactivistas a la BPV (Biblioteca Pública de Vancouver) para cancelar este evento (porque, dios nos perdone, discutimos una legislación que tiene implicaciones enormes para todos nosotros pero, muy en particular, para las mujeres y las niñas), la bibliotecaria jefe Christina de Castell emitió un comunicado en Twitter diciendo que la BPV tiene tolerancia cero con la discriminación y no está de acuerdo con los postulados de Feminist Current. No explicaba cuáles creía que eran los postulados de Feminist Current, ni especificó con cuáles de esos supuestos postulados estaba en desacuerdo. Pero, considerando que la mayor parte de lo que se ha producido y publicado en Feminist Current a lo largo de los años se refiere a la violencia de los hombres sobre las mujeres y a poner en cuestión las prácticas, leyes y comportamientos que perpetúan la deshumanización y naturalización de la explotación de mujeres y niñas, me pregunto si deberíamos seguir adelante o asumir que Christina de Castell y la biblioteca se oponen ideológicamente al movimiento feminista.
En su comunicado, ella decía también, “Reconocemos que las opiniones de Meghan Murphy son preocupantes”. Y quizá tenga algunas opiniones preocupantes… creo que los gatos son malas mascotas… (el tema más controvertido de esta noche, ¡¡estoy segura!! Podemos hablarlo en el turno de preguntas….) Yo estoy a favor de la prohibición total del cilantro…. Creo en fantasmas…. Pero, no se nos ofreció ninguna explicación en términos de cuáles de mis opiniones son preocupantes, así que podría ser cualquiera de las anteriores.
No obstante, la biblioteca dejó claro que no están en una posición de censurar el libre discurso, siempre que no viole la ley. Y, a pesar de lo que claman los transactivistas, no es ilegal entender y afirmar que el sexo biológico es real, y lo que implica. Y por decir esto, esencialmente, es por lo que yo y otras mujeres hemos sido difamadas, amenazadas y censuradas.
Tampoco es ilegal comprender que una mujer es una hembra humana adulta.
No es ilegal defender las casas de transición de las mujeres y argumentar que, cuando las mujeres escapan de la violencia machista, deberían tener acceso a espacios que las hagan sentir seguras, donde puedan hablar a mujeres que comprenden lo que es crecer siendo una mujer en este mundo, y donde se les pueda asegurar que no serán más vulneradas teniendo que compartir una habitación con un hombre.
No es ilegal entender que los cuerpos de los varones y de las hembras son diferentes, y que las mujeres y las niñas tienen derecho a competir en deportes en términos justos, contra otras mujeres y niñas y no contra hombres que, en la mayoría de los casos podrían tener una ventaja injusta debido a las diferencias en la masa y estructura ósea, la densidad de los huesos, el tamaño de órganos como el corazón o los pulmones y mucho más.
No es ilegal en Canadá que las lesbianas elijan como pareja íntima a mujeres únicamente y que rechacen parejas sexuales con pene.
No es ilegal demandar a nuestro gobierno que considere las implicaciones de las políticas que permiten que cualquiera se pueda auto identificar con una mujer, y que haga una consulta pública sobre estas partes de la legislación y de las políticas.
No es ilegal que las mujeres quieran acceso a vestuarios libres de hombres. No es ilegal pensar críticamente, hacer preguntas y explorar ideas.
No debería ser “difícil” que una biblioteca “aceptara un alquiler” de aquellos con los que está en desacuerdo, porque una biblioteca, de todos los lugares, debería ser la primera en apoyar la libertad de expresión, y la última en tomar una postura pública contra nuestro discurso libre—el discurso libre de las mujeres, de las feministas, y del público general. A pesar del hecho de que la biblioteca mantuvo nuestra reserva, quiero dejar claro que lo que han hecho y dicho públicamente en relación con este evento era erróneo y era peligroso, y es algo que ninguno de nosotros deberíamos aceptar. Esto no se trata solo del tema de la identidad de género, se trata de todos nosotros, de la democracia y, aun a riesgo de sonar hiperbólica, de prevenir el fascismo.
Antes de que vayamos más lejos, al meollo de este tema y debate en particular, quiero definir mis términos. Una de las cosas más frustrantes de esta conversación es que, a menudo, estamos todos hablando idiomas muy diferentes, y aquellos que promueven la ideología de la identidad de género y la legislación, a menudo, se niegan a definir sus términos de una manera coherente, lo que hace que se dificulte la conversación genuina.
Entonces, cuando yo digo “sexo” me refiero a la biología—si un individuo es varón o hembra. Yo defino un hombre como un varón humano adulto, y una mujer como una hembra humana adulta. Así es cómo la mayoría del mundo, durante la mayor parte de la historia, ha entendido los términos “hombre” y “mujer”.
Cuando yo digo “género”, de lo que hablo es de los estereotipos y roles sociales impuestos en los varones y hembras, en base a su sexo. Esto es lo que quiero decir cuando hablo de feminidad y masculinidad. Entonces, son las ideas que nos cuentan o que mantenemos en la sociedad sobre lo que los hombres y mujeres deberían ser, las normas sociales a las que se espera que nos unamos, cómo nos deberíamos vestir, los tipos de trabajo que deberíamos tener, cómo deberíamos actuar, cómo debemos mostrarnos, qué trazas deberíamos tener en nuestra personalidad, etc.
Cuando yo digo “transactivista”, no estoy hablando específica o necesariamente sobre las personas trans-identificadas. Estoy hablando de cualquier persona que promueva o apoye la ideología de la identidad de género y la legislación.
Cuando yo digo “ideología de la identidad de género” o “ideología transgénero” me refiero a la idea de que una persona pueda nacer en el cuerpo equivocado o que sea posible que una persona cambie de sexo.
Cuando hablo de la “legislación de la identidad de género” me refiero a la legislación que permite a la gente que se identifique con cualquier sexo que elija, y a que tengan acceso a instalaciones, espacios, posiciones políticas, trabajos, becas, universidades, competiciones deportivas de acuerdo con ello.
Yo no uso el término “cis”, que es una palabra creada por los transactivistas para referirse a personas cuya “identidad de género está de acuerdo con su sexo”. Esto es porque no tengo una identidad de género. De hecho, nadie lo tiene. Tenemos cuerpo y tenemos personalidades, y mi personalidad no es un conjunto de estereotipos. Y yo me niego a definirme como un conjunto de estereotipos que se han utilizado para defender prácticas y creencias sexistas a lo largo de la historia.
Yo no soy, como muchos transactivistas claman, una esencialista biológica. Yo creo que los niños deberían poder jugar con muñecas y llevar vestidos si les gusta. Yo creo que pueden ser tan sensibles y emocionales como las niñas. Yo creo que las niñas deberían poder jugar con camiones, armar jaleo, tener el pelo corto y negarse a llevar vestidos. Creo que las niñas pueden ser racionales, asertivas y aventureras.
No creo que cualquier persona deba ser discriminada o perseguida por salirse de los estereotipos que nos ofrecen y que refuerzan en nosotros de tantas y tantas maneras. Y, de hecho, como feminista, creo que se debería animar a salir de esos estereotipos.
Lo que es increíblemente irónico de este debate y la forma en que se posicionan las feministas que desafían la ideología transgénero es que las feministas siempre han tenido una postura increíblemente liberal y liberatoria sobre el género. Queremos que la gente sea libre para ser ellos mismos, y no sentir la presión de adoptar estereotipos masculinos o femeninos.
Sin embargo, somos las que, en este debate, somos acusadas de conservadoras o regresivas. Esto, viniendo de personas que dicen que cualquier niño al que le gusten los vestidos rosas con volantes no pueden ser niños a los que les gusten los vestidos rosas con volantes sin más, sino que realmente deben ser una niña lo que, por supuesto, conduce a una larga historia de acoso a niños que se salen de las normas de género y a los que se acusa de ser niñas.
No tengo claro por qué nuestros argumentos e ideas se tergiversan de una manera tan drástica por parte de nuestros oponentes, pero diría que es porque nuestros oponentes no son capaces de contra argumentar en buena fe, así que no tienen otra opción, en términos de ganancias, más que mentir, acosar y difamar.
Hoy, nos dicen que si no aceptamos la idea de que el sexo biológico está determinado por sentimientos, preferencias o deseos individuales, somos intolerantes, o fascistas o que nos merecemos ser arrestadas o asesinadas.
La verdad, muchas personas—mayoría hombres—me han amenazado de forma violenta en la red por decir lo que estoy diciendo hoy. Los organizadores de este evento recibieron gran cantidad de amenazas violentas, sexualizadas, misóginas a través de Eventbrite. Un individuo llamado Jonathan/Jessica Yaniv, hace poco, se adjudicó el mérito públicamente por haberme echado personalmente de Twitter, y también afirmó que yo había “cometido delitos de odio” y que yo “organicé un mitin de odio” (en relación con este evento en concreto).
Todo esto es porque creo que los hombres y las mujeres son reales, porque creo que los derechos de las mujeres y sus espacios deben protegerse, porque creo que las mujeres tienen el derecho a los límites y porque hago preguntas sobre términos como “transgénero” y sobre las implicaciones de la legislación basadas en ideologías regresivas y sin sentido.
Todavía no sé qué define a una persona trans. No sabemos qué convierte a un hombre en “realmente una mujer”. ¿Es la cirugía? ¿Las hormonas? ¿La ropa?¿El maquillaje?¿La preferencia por el pelo largo? No hay, a día de hoy, una definición coherente de transgénero. Puede ser literalmente cualquier persona o cualquier cosa. No es más que una afirmación, y no es verificable. Crear una legislación alrededor de algo tan vago e indefinible me resulta raro, cuando no peligroso.
De acuerdo con la Justicia de Canadá, y el Código de Derechos Humanos de Ontario, la identidad de género está definida como “una experiencia individual o interna del género de una persona”. Pero la forma en que experimenta o siente o el género una persona o los roles de género, no cambian literalmente su sexo.
Me han dicho que decir este tipo de cosas “hiere los sentimientos de la gente”, y que, por tanto, no debería decírselas. Pero, si vamos a hablar de sentimientos, ¿por qué se ignoran los sentimientos de las mujeres en todo esto? ¿Por qué los sentimientos de las mujeres sobre si deben o no deben compartir los vestuarios con hombres no importan? ¿Qué ocurre con los sentimientos de las niñas que no quieren ver un pene cuando se cambian para ir a clase de gimnasia? ¿Qué pasa con los sentimientos de las personas que han sido victimizadas por hombres y que no quieren compartir una habitación en una casa de transición con un hombre? ¿Y qué ocurre con los sentimientos de las mujeres a las que se obliga a competir con hombres en deportes?
Justo el mes pasado, un varón que se identificaba como mujer, llamado Christina Ginther, demandó a la liga de fútbol femenino de Minnesota porque un equipo le impidió jugar. La prensa declaró que a Ginther no se le permitió jugar porque era trans, pero eso no es verdad. Fue porque es un hombre. Tiene cuerpo de hombre, y no es justo que las mujeres que juegan en una liga tengan que jugar contra un hombre. La liga dijo a Ginther que no permitía jugadores nacidos biológicamente varones, por razones de seguridad. Este es el tipo de regla que debería sonar sensata a cualquiera a quien, de verdad, le importen y respete los derechos de las mujeres a jugar en deportes de forma segura y justa, y que no esté interesado en pisotear los derechos de otros a favor de sus propias preferencias y deseos. Pero la ideología de la identidad de género y la legislación dicen que estas mujeres no importan, que los sentimientos de este hombre importan más.
En Toronto, una mujer llamada Kristi Hanna hizo una reclamación de derechos humanos contra el Jean Tweed Center, que lleva la Palmertson House, un refugio para mujeres que se recuperan de adicciones, después de que le dijeran que tenía que compartir una habitación con un hombre que decía ser una mujer. Ella afirmaba que este hombre parecía un hombre, hablaba como un hombre, llevaba barba, “llevaba botas militares”, y que no se había sometido a una operación de cambio de sexo. Pero fue admitido en la Palmerston House de todos modos. Cuando ella y otras mujeres se quejaron de su presencia al personal, la respuesta fue “Somos inclusivas”. Esto, a una mujer que ha sido sexualmente agredida en múltiples ocasiones por hombres, que sufre estrés post traumático e insomnio, además de problemas con el abuso de sustancias, y que se siente tan vulnerable e insegura con la llegada de un hombre y su colocación en la misma habitación que ella, le provocó que tuviera que abandonar su propia habitación en el refugio para ir a otro lugar, dado que estaba tan estresada que no podía dormir. ¿Qué hay de los sentimientos de esta mujer?
¿Qué hay de los sentimientos de las 14 mujeres esteticistas a las que se pidió hacer a un hombre la depilación a la cera tipo bikini brasileño, y que fueron llevadas a juicio por negarse?
Nada de esto va sobre “transfobia”. Va sobre los hombres, y sobre los derechos de las mujeres a decir no a los hombres, a que no se les haga luz de gas o se les acose por atreverse a poner su propia seguridad, sus derechos y sus sentimientos por delante.
Ahora estamos en un punto donde no solo permitimos que los hombres dicten qué es una mujer, sino que destruyan, muy rápidamente, los derechos ganados duramente por las feministas, sin ningún debate público. Estamos poniendo a las mujeres y niñas en peligro para evitar ofender los sentimientos de una pequeña minoría de personas, sin un debate público. Estamos permitiendo que se despidan mujeres, se las amenace, persiga, difame, silencie, intimide, que se las lleve al ostracismo e, incluso, se las golpee con el fin de dar acomodo a los sentimientos de los hombres. Esto es lo que está ocurriendo en realidad, y no me importa si esto es chocante para algunos de vosotros aquí, porque es verdad, y me niego a aceptar o repetir mentiras bajo amenazas, especialmente las mentiras que son claramente dañinas.
Podemos apoyar los derechos de las personas y la dignidad, y dotarles de los servicios que necesiten sin mentir ni arrojar a las mujeres bajo un autobús.
No hay necesidad de derechos para las mujeres, si las mujeres no existen, y si la fuente de su opresión no es su sexo, sino los sentimientos de feminidad. Da igual lo que una mujer sienta sobre el género, ella va a experimentar este mundo como hembra.
Aquellos que están hablando y haciendo preguntas sobre la identidad de género no están haciéndolo para ser crueles. No lo hacen porque sientan odio. Lo hacen porque tienen preocupaciones reales, genuinas que merecen ser tomadas en serio y tratadas. Y, si vas a hacer todo lo que está en tu poder para perseguir y silenciar a las personas que tienen esas preocupaciones, para decir a las mujeres que luchar por sus propios derechos las conviertes en personas que odian, que tus creencias son las únicas que importan, y que aquellos con los que no compartes creencias deberían ser arrestados o asesinados, entonces, lo que está claro que TÚ eres el fascista, TÚ eres quien odia, y TÚ eres quien tiene una mente cerrada y TÚ eres el opresivo.
Así que todos sois libres de estar en desacuerdo con lo que yo digo aquí. Sois libre de compartir vuestras opiniones, sois libres de creer en lo que queráis, ya sea que la tierra es plana, que los gatos son mascotas estupendas, pero no tenéis derecho a imponer vuestras creencias a otros bajo la amenaza de violencia o de sentencia de cárcel. No tenéis derecho a amenazarme, silenciarme o criminalizarme por decir la verdad.
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Enlace video del discurso en original (Youtube):